Cuerpos fuera de lugar. Una aproximación etnográfica sobre la atención a la salud reproductiva ...

RESULTADO DE INVESTIGACIÓN: Tesis doctoral sobre los procesos asistenciales referidos a las prácticas anticonceptivas en un área urbana-periférica de la Ciudad de Salta (estudio etnográfico),- Doctorado en Estudios Avanzados en Antropología Social, Universidad de Barcelona, Barcelona, España
Introducción*
“te hablo de un adolescente y de un hombre grande que… que… si lo vemos con la mujer que viene a veces con los hijos y a veces entra el hombre por ahí porque la madre está en peso o se han ido al médico y entran, y están así con vergüenza… ‘eh… ¿cómo hago para pedir preservativo?’... ‘ahí, en la ventanilla puede pedir, ahí le dan de cinco, de diez y lo anotan en un cuadernito’… ‘ah... pero hay mucha gente no quiero hacer…’"
(enfermería, AGB3)
Los servicios de atención primaria de la salud se configuran como un espacio destinado principalmente a la díada madre-hijo. A excepción de aquellos que ejercen un rol profesional dentro del equipo de salud y deciden sobre la salud ajena (De Keijzer, 2003), los cuerpos masculinos adultos son cuerpos fuera de lugar en los servicios de salud. El no ajustarse a los parámetros aceptables y esperables para este espacio se pone de manifiesto en el cuerpo. No responder a las normas hegemónicas de la masculinidad dominante al ir a buscar preservativos a un servicio de salud genera en el cuerpo emociones, como la vergüenza, que expresan el sometimiento, aún a su pesar, a las normas dominantes.
Esta comunicación forma parte mi investigación de tesis para el programa de Doctorado “Estudios Avanzados en Antropología Social” de la Universidad de Barcelona en la cual se plantea un trabajo etnográfico sobre los procesos asistenciales referidos a las prácticas anticonceptivas en un área urbana-periférica de la Ciudad de Salta. El objetivo de este texto es analizar las ausencias y presencias de los varones en la atención a la salud sexual y reproductiva de los servicios de Atención Primaria de la Salud. Los datos provienen del trabajo de campo realizado durante el año 2009 en tres centros de salud de barrios periféricos de la Ciudad de Salta y las técnicas aplicadas fueron la observación participante en los tres centros de salud y la entrevista en profundidad a quince profesionales y técnicos de distintos servicios que manifestaron estar involucrados en la atención de demandas vinculadas a la salud sexual y reproductiva y otorgaron su consentimiento para participar de la investigación.
Concretamente, en esta presentación hablaré en primer lugar sobre la naturalización de los comportamientos de varones y mujeres, en particular en el ámbito de la salud, la sexualidad y la reproducción, a partir de la forma performativa que el género asume. A continuación, busco reflexionar sobre la ausencia de los varones como actores en el análisis de la reproducción y, finalmente, recuperando las preguntas que se hace Butler sobre “… cómo se regula el género, cómo se imponen esas regulaciones y cómo son incorporadas y vividas por los sujetos sobre los cuales se imponen.” (Butler, 2005:8), pretendo mostrar la manera en que el espacio y los discursos del personal de los centros de Atención Primaria de la Salud (APS) validan y reiteran las normas hegemónicas de la masculinidad dominante.
El proceso performativo de “hacerse hombre”
La corporalidad de los varones es producida y productora en el proceso performativo de “hacerse hombre”[1]. Mantenerse dentro de los límites de la matriz que los hace inteligibles como varones implica un control emocional y físico, una actitud de deseo incesante de sexo, una apariencia fuerte y un modo de moverse y circular por el espacio. De acuerdo con la teoría de la performatividad, la identidad de género nunca es algo acabado ni estable sino que las personas a partir sentimientos, experiencias y acciones reiteran unas normas mediante las cuales construyen sus sexualidades y corporalidades, y también, como señala Butler, las mismas prácticas sexuales y corporales abren la posibilidad de subvertir las normas dominantes de la feminidad y masculinidad (2002:65).
Las identidades de género se producen en relación con los demás y, de acuerdo con Rosario Ortegui, están altamente influidas por otras identidades sociales como son las de clase social o las de etnia (Ortegui, 1999:153). La mirada de los demás se hace presente en el modo en que se desenvuelven y los espacios donde circulan los varones (Huamán Andía, 2008). Por ejemplo, en los sectores populares circular por espacios sanitarios destinados al cuidado de la salud pone en cuestión la masculinidad dominante.
En relación al modo en que las creencias y prácticas de salud son utilizadas en la construcción y reconstrucción de las normas dominantes de género, como muestran Laqueur (1994) y Foucault (2005), el discurso biomédico se ha ocupado de reglamentar la experiencia sexual a través de ciertos atributos culturalmente establecidos y, fundamentalmente, del control del cuerpo de las mujeres y su disciplinamiento. Concebido como cuerpo maternal, el cuerpo de las mujeres se construye en oposición al cuerpo de los varones que se hace presente en los discursos de los profesionales de la salud como un cuerpo activo con una práctica heterosexual.
Respecto a la relación entre las prácticas anticonceptivas y la masculinidad hegemónica, una de las médicas toco-ginecólogas entrevistadas explica:
“por ahí las mujeres se, esteee digamos, que iban para cuidarse sin que le marido sepa porque no querían embarazarse más, porque ya tenían 5, 6 hijos y el marido no tenía problemas en seguir teniendo hijos, para él era… se notaba más machista, más macho si tenía más hijos, sí?” (toco-ginecólogo, AGD4)
La paternidad, como señala Huamán Andía (2008), es una prueba física y moral de virilidad, de un cuerpo activo. Entre los varones los hijos son marca de distinción, de la reproducción de su autoimagen (Huamán Andía, 2008). Como hacía referencia en líneas anteriores, “hacerse hombre” implica acciones, formas de expresarse o de ocupar el espacio que se interiorizan, se encarnan y, en las que están presentes la mirada de los demás.
Diversos autores[2] analizan el modo en que las masculinidades se definen con relación a comportamientos de riesgo. En oposición a la identificación mujer-cuidado, que a través de distintas instituciones y discursos se sostuvo haciendo corresponder su “naturaleza” con su función social (Bolufer, 2007), en los varones el autocuidado[3] y la valoración del cuerpo en el sentido de la salud, es algo casi inexistente en su socialización.
En la siguiente cita puede observarse como, por un lado, el varón expresa en su cuerpo la vergüenza al ser interpelado a adoptar comportamientos de cuidado de la salud que no son considerados masculinos y, por otro, se establece una vinculación entre el control reproductivo y la masculinidad a partir de valorar al varón en su rol de proveedor de la familia,
“...explicamos así a su marido, hacerle entender de que es importante que ellos los dos se cuiden, o yo le pregunto, ‘¿cuántos hijos querés tener?... ¿cuántos hijos tenés pensado tener?’... le preguntamos…y muchos bajan la cabeza… avergonzados, porque así se ponen avergonzados (…) le decimos entonces te arruinas vos, a la vez se arruina tu señora y te arruinas vos también, porqué… porque tenés que trabajar más y estás viendo que trabajo no hay y tampoco alcanza y uno se siente mal cuando uno no puede llevar el pan a sus hijos le digo, o te sentís mal o te sentís bien?, le digo… y ellos reconocen ahí… entonces… es sentarse con ellos y hacerlos recapacitar ” (agente sanitario, AGD2)
Con relación a la reproducción, los cuerpos de los varones son valorados como cuerpos productores quedando anulada su capacidad reproductiva y teniendo que abandonar aspectos relacionados con su vulnerabilidad.
Las voces de los varones en las investigaciones sobre anticoncepción
En un número significativo de investigaciones socioantropológicas, demográficas y biomédicas las mujeres siguen siendo el actor seleccionado en el análisis de la reproducción. Menéndez (2009) advierte que en el estudio de las diferencias, que se produjo en respuesta a las propuestas culturalistas, funcionalistas, estructuralistas y marxistas de los años ’50, ’60 y parte de los ’70, se “…favoreció la descripción de la realidad a través del “punto de vista del actor”, que en los hechos supuso frecuentemente la descripción y análisis a partir de la perspectiva de “un” solo actor.” (2009:244). Los análisis de la reproducción y de las prácticas anticonceptivas que se centraron exclusivamente en las voces de las mujeres han descuidado la descripción de las otras “voces” con las cuales las mujeres entran en relación y las relaciones que se dan entre ellos. Algunas de las investigaciones socioantropológicas, observa Menéndez (2009), hacen mención a las otras “voces” a partir de las voces, las narrativas, las experiencias o las representaciones sociales del actor seleccionado y otras sólo mencionan las relaciones sociales a nivel de las propuestas teóricas pero sin que las mismas aparezcan en sus descripciones etnográficas. Por ejemplo, como observa Mara Viveros, en el caso de la participación de los varones “… se incluye como otra más de las variables socioculturales que influyen en la fecundidad de la mujer…” (Viveros, 1999:167) pero se ha explorado poco en los varones temas como el cuerpo, la subjetividad, las emociones y la reproducción.
Viveros (1999, 2009), Gutmann (1999, 2004) y Figueroa Perea (1998) son algunos de los autores de América Latina que rompen con la inmediata asociación que se establece entre la anticoncepción y las mujeres, y proponen un enfoque relacional para el abordaje de las decisiones reproductivas. Si bien el tema de la participación de los varones en la anticoncepción es uno de los ejes centrales de estos investigadores, también se ocuparon de documentar el lugar de la religión, los profesionales de la salud y el grupo de pares en las decisiones reproductivas y las relaciones que se establecen entre estos actores sociales.
Según Figueroa Perea:
…en la interpretación de la dinámica de la reproducción se ha privilegiado la versión de las mujeres, sin recurrir a modelos relacionales de representación social, que recuperen los procesos de negociación e