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Cuerpos, historias, memorias


 

RESULTADO DE INVESTIGACIÓN: Proyecto de Doctorado Cuerpos, sociedades e instituciones a partir de la última década del Siglo XX en Colombia. Doctorado Interinstitucional en Educación – Universidad Pedagógica Nacional, Bogotá, Colombia y Universidad del Valle, Cali, Colombia

 

DE CARA AL TEXTO[1]


(…) se cuestiona el uso del Archivo que desde una perspectiva clásica era entendido como el orden de documentos que registran la historia. A partir de una intervención, una torcedura del mismo, los/as artistas le quitan esa delgada lámina transparente, el espectro imposible de ser mostrado a la luz pero que siempre ha estado cubriendo al Archivo, ese compendio de documentos que registran el paso de un relato esencial para algunas personas en una época (…)

Me centro, en especial, en considerar la pertinencia de más letras minúsculas en la historia con la pretensión de situar en el corazón a esos espectros, para no constituirnos en salvadores o en mesías (Benjamin s.d.) a la manera de la Historia con mayúsculas, sino en quienes somos capaces de hacer una crítica, a la manera de Foucault, de las formas como esas historias han aparecido. Tal vez, sea ésta la manera de enfrentar al fantasma.

(Arango Rodríguez, 2011:933)


Arango Rodríguez nos ofrece una opción de acercamiento a estas narrativas al señalar que hay imágenes que constituyen memorias a las que es imposible otorgarles una sola interpretación o representación, en tanto ellas mismas reemplazan acontecimientos que trastocan no sólo nuestras maneras de recordar y de sentir, sino también lo que entendemos por humano. El ordenamiento cronológico de documentos, memorias, historias, hallazgos, es una forma de dejar huella, rastro, como afirma la autora, y la pregunta por las razones del rastro, por los vericuetos de la huella, y por los enigmas que los rodean, son otra forma, las dos estan presentes aquí, y se añade una tercera que, partiendo del registro visible y contable, se arriesga a enfrentar los fantasmas de su posibilidad. El primer grupo de historias se puede leer en clave cronológica a partir de un ordenamiento de sucesos en el tiempo y en el espacio como los que narra Castañeda Mercado en su texto Con el cuerpo enamorado: Los efectos corporales del amor en la teología novohispana. Siglos XVI-XVII. Allí el autor cuenta cómo la Teología Católica estuvo muy influida por las ideas de Tomás de Aquino y de Agustín de Hipona, quienes establecieron supuestos para elaborar una teología en torno al alma, el amor, el cuerpo y el matrimonio, que se concretó con la celebración del Concilio de Trento:


El amor era considerado una pasión dentro del alma, y como un apetito que radicaba en el concupiscible. El amor era a la vez, un apetito sensible, que apetece las cosas según su conveniencia y su necesidad a través de los sentidos corporales; y un apetito racional e intelectivo que recibía el nombre de voluntad, que apetece las cosas según el uso de un juicio. En otras palabras, el amor era una alteración en el alma en la que necesariamente se debía hacer uso de la razón, sin importar que lo que se amara fuera bueno o no en absoluto, sino solamente que el alma lo concibiera como bueno. El amor tenía tres fases: amor o complacencia, deseo o concupiscencia y goce o delectación. En la primera fase del amor, el alma ve representada la idea de bien en el objeto amado e inicia el movimiento de la voluntad para conducirla a la consecución de dicho bien; en la segunda fase, la voluntad se inclina a la consecución del bien, y no descansará hasta disfrutar de él; finalmente, en la tercera fase, el alma entra en un estado de quietud porque ya ha conseguido el bien que había visto representado en el ser amado y comienza a disfrutar de él (2013:487).


La divulgación y documentación de prácticas sociales ha sido una manera de preservar la memoria histórica y artística de las culturas desde siempre. Ana María Arango, miembro del Centro de documentación Corp-Oraloteca de la Universidad Tecnológica del Chocó recoge una serie de prácticas sonoras, orales y corporales del Pacífico Colombiano, en el marco de diferentes proyectos de investigación y formación que buscan estudiar las pedagogías y estrategias didácticas idóneas para la enseñanza y aprendizaje de la música y la danza en los niños y jóvenes. Otro registro de estas prácticas está referido al auto-sacrificio en las representaciones visuales entre los mayas del período Clásico (250 – 900 d.C); y uno más, a las prácticas clínicas de los médicos porfirianos, a quienes el nuevo orden social y cultural de la colonia y parte de la independencia, delegó la labor de cuidar y atender a los enfermos mentales quienes vivían bajo la custodia de órdenes religiosas (Mancilla Villa, 2007). Por otro lado, agrega la autora, la revisión bibliográfica muestra la importancia que tuvo la antropología criminal en la naciente práctica médica carcelaria a lo largo del régimen porfirista (1880-1910):


Ejemplo de ello son la escuela del francés Alphonse Bertillon y su sistema antropométrico utilizado en la identificación de personas, y las teorías de Lombroso en la clasificación y tratamiento de los prisioneros. Ambos planteamientos se basaron en el estudio de los caracteres y particularidades anatomo-morfológicas y mentales peculiares observadas en los rasgos físicos y en las medidas craneométricas y somatológicas de los autores de crímenes y delitos. La vigencia y práctica de estas teorías las encontramos en las antiguas y modernas prisiones mexicanas de la época: la Cárcel de Belén, la de Puebla y la de Monterrey, que tenían como modelo las prisiones de Estados Unidos y Europa. Así mismo, la influencia de Lombroso se devela en el reconocimiento médico de los pacientes recluidos en la Manicomio General de la Castañeda (pp. 628-629).


Los relatos anteriores estan interesados en dejar constancia de unos hechos que sucedieron en un momento y en un lugar, son escrituras en el tiempo -cronologías-, mientras que el segundo grupo de textos, sitúa en el corazón de sus memorias, los espectros de sus genealogías, son escrituras del tiempo y del cuerpo. Uno de ellos presenta una entrevista al historiador e investigador Jaime Humberto Borja en donde la entrevistadora interpreta la voz del maestro para concluir sobre las posibilidades de crear cuerpos otros a partir del reconocimiento de la propia historia del cuerpo:


En particular, considero que asumir que el cuerpo tiene una historia nos permite abrigar la esperanza de que participamos de un proceso de transformación, de creación constante, porque si pensamos en el cuerpo, y logramos ver con claridad los modos en que hemos llegado a la barbarie, al aquietamiento y a la parálisis de nuestros cuerpos individuales y de nuestro cuerpo colectivo, podremos conjurar el poder de los discursos del miedo y la culpa, para abrir paso a otras posibilidades, a cuerpos otros que se inventan y reinventan cada día. (Cabra, 2013:220)


Genealogías de los cuerpos viejos y la belleza del crepúsculo, un estudio sobre los (re)significados de la corporeidad en la vejez, estudia los significados que los sujetos dan al cuerpo en el proceso de envejecimiento y analiza qué tipo de estética atribuyen las personas mayores a las mudanzas somáticas que experimentan durante sus vidas en este proceso. El cuerpo aparece como un marcador de la imagen del cuerpo joven, del cuerpo que fue bello y con él se piensa también la cuestión de la salud, la vitalidad y el bienestar, como elementos de un patrón convencional que se resignifica en la edad madura. A su vez, en el texto Extrañeza y escisión: Merleau Ponty, Wittgenstein y la dimensión constitutiva del cuerpo, Arnao desarrolla ideas acerca de lo que supone la unidad indisociable sujeto objeto; lo que implica la noción de cuerpo que rescata la experiencia de comunión con el mundo; lo que implica la noción de ser-en-el-mundo y la percepción de este ser como un acto de comunión, como una ontología del habitar, de ser carne (2014), y Mendoza García, haciendo resonancia de su voz, trabaja la noción de cuerpo memoria que ilustra aquello que Arnao refiere como implicaciones de la experiencia de conexión con el mundo:


(…) además de tener distintos usos en la era global, como su uso estético, de inclusión o exclusión, de sexualidad, de ciber, de tráfico de órganos, etcétera, puede tener un uso cultural y de mayor tradición. Lo que aquí se esgrime es que el cuerpo, y las distintas partes que lo configuran, en diferentes culturas y momentos lo han considerado como un recipiente, como un instrumento, como un artefacto de la memoria colectiva. La memoria colectiva se concibe como un proceso social de reconstrucción de un pasado experimentado y significado por una sociedad. En este caso los viejos posibilitan que este proceso de reconstrucción se lleve a cabo; asimismo, se plantea al cuerpo como artefacto de la memoria de una sociedad. Por eso es que, en distintos sitios y momento, los cuerpos muertos o bien se mantienen, por ejemplo, embalsamados, o bien se ocultan, por ejemplo, se mutilan y dispersan, para que el recuerdo se mantenga o el olvido se haga presente, según sea el caso. La tesis es que la memoria colectiva se edifica, entre otras cosas, sobre la base de la concepción del cuerpo. Tener un sitio donde el cuerpo es depositado, es tener un sitio para la memoria. No tener el cuerpo y un sitio donde confiarlo es no tener un sitio para el recuerdo de esa persona (p. 430)


Otra historia en clave genealógica es la del “cuerpo propio” en América colonial, en donde el castigo ejemplar conducía a la domesticación del cuerpo en la intimidad, como dice Araya Espinoza. Puesto que las concepciones y representaciones sobre el cuerpo son parte de las cosmovisiones de una cultura, la autora propone dos modos de ver el asunto, uno más o menos cercano a las cosmovisiones actuales:


(…) que es la privatización del cuerpo como “ennoblecimiento”, es decir, igualar a todos en el castigo según los delitos y no según las calidades de las personas. Sería leer la modernidad como el movimiento que lucha porque el cuerpo de los plebeyos tuviese igual dignidad que el de los nobles que estaban exentos de los castigos aflictivos e infamantes, como el azote. El otro eje, en un plano paralelo, nos lleva a las bases profundas de la cultura cristiano católica que da los fundamentos filosóficos, morales y éticos a las normas que deben regir la sociedad colonial. Dentro del cristianismo católico el cuerpo es considerado el culpable de la caída por su naturaleza material, inestable y corruptible por eso se le llama en los textos religiosos el “enemigo doméstico”. Es esencial para un cristiano reconocer esa debilidad natural, su culpabilidad de origen, la mácula (2005:67)


La recopilación que hace Sanabria de algunos de los sentidos del olvido “con el propósito de proponer algunas preguntas que contribuyan a “allanar el camino para dejar aparecer el cuerpo en una patencia que nos permita reconocer algunos rasgos de su acontecer, de sus dimensiones propias del olvido”, es un asunto que se trata desde dos instancias: por un lado se apela a crónicas de viaje de los primeros visitantes europeos a América en los siglos XV y XVI y por otro a la obra contemporánea del artista payanés Óscar Muñoz, conocida con el título de Aliento, para atender no solamente a la configuración histórica del cuerpo, “sino también a una suerte de caracterización de esa amplia y diversa experiencia que llamamos con la palabra “olvido” (2012:3). Aquí se ve claramente cómo un ordenamiento cronológico permite ir más allá y retirar la delgada lámina transparente de las genealogías que tal vez permitan acercarse a los relatos esenciales. Eloísa Jaramillo Arango, ilustra lo dicho entre bailarines y bailadores al relatar cómo las danzas tradicionales se vuelven contemporáneas (2013), y más aún, al afirmar: “no sé qué me marcó más ni qué me seguirá marcando. Mi historia en la danza, o mejor, la historia de la danza en mí, está compuesta de múltiples influencias”. Así también, Fuentes Rionda amplía la idea al describir cómo en Occidente la dicotomía: orgánico / inorgánico, carga con una enorme relevancia que trasciende el suceso tecnológico poniendo en cuestión la naturaleza corporal:


En nuestros días, la analogía entre la máquina y el organismo, la computadora y el cerebro, se sostiene en ciencias como la física o la química, reduciendo al mínimo los principios básicos: choques electrodinámicos, enlaces iónicos, modificaciones moleculares, circuitos electrónicos, etc. A partir de los siglos XVI y XVII, con la revalorización de la técnica, lo mecánico aparece con una metodología mecanicista, donde lo real es reducido a puntos matemáticos que siguen las meras leyes de la física (…) Este mismo sentido continúa hasta bien entrado el siglo XX, cuando la relatividad y, mayormente, la termodinámica, amplían el sentido: ya no sólo se consideran las fuerzas mecánicas (fuerzas en choque, fricción o atracción-repulsión), sino las electromagnéticas y atómicas. ¿El cuerpo es semejante a un mecanismo? ¿Es reductible una mera estructura material? Es decir, ¿se conserva por las mismas leyes que cualquier otro objeto mundano? Siendo la respuesta positiva o negativa, ¿cómo organizar el método y la explicación? (2007:815)


Para finalizar, Pedraza propone un acercamiento al carácter histórico y cultural atribuido al cuerpo en los estudios especializados. La argumentación, dice ella, “recurre a algunas consideraciones fundamentales sobre los sentidos más conspicuos del cuerpo, y ahonda en las principales dificultades analíticas derivadas de tales concepciones” (2013:13) El trabajo de Pedraza comenta tres textos publicados en los años setenta y concluye “que su emergencia ha