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LOS USOS DEL CUERPO EN EL TABLE DANCE*



 

RESULTADO DE INVESTIGACIÓN: Proyecto de investigación: "Género, Trabajo Sexual y Table Dance, mujeres teiboleras en la ciudad de San Luis Potosí" 2005 - Antropología Social, Colegio de San Luis, San Luís Potosí, México

 

Eres como una mariposa, vuelas y te posas,

vas de boca en boca Fácil y Ligera...

Hay mujer que fácil eres, abres tus alitas

muslos de colores donde se posan tus

amores...

Mariposa Traicionera, Todo se lo lleva el viento...

(Fragmento de la canción "Mariposa Traicionera", interpretada por el grupo Maná y

la favorita de las teiboleras de San) Luis Potosí


Me gustaría empezar dando una breve descripción de lo que se conoce como table dance, al menos dentro de la ciudad de San Luis Potosí, lugar donde realicé mi investigación de tesis de Maestría en Antropología Social, que lleva por nombre: "Género, Trabajo Sexual y Table Dance: Mujeres Teiboleras en la ciudad de San Luis Potosí."


En esta ciudad como en otros espacios, un table dance, es un club o centro de espectáculos que se caracteriza por presentar una variedad, en la que mujeres bailan y se desnudan sobre una pista, cuya característica principal es la existencia de uno o más tubos de metal, en los que las mujeres se apoyan para realizar un baile que tiene como premisa principal ser erótico y sensual. Aparte de este tipo de bailes sobre la pista, y de mostrar su cuerpo desnudo, las mujeres también realizan diferentes servicios sexuales, que van desde dejar tocar su cuerpo, hasta relaciones sexuales que pueden llevarse a cabo tanto dentro del club, como en otros espacios fuera de este.


En conclusión, podemos decir que estas mujeres teiboleras hacen del uso de su cuerpo su medio de vida, y cada uso de este mismo representa tanto una estrategia como una herramienta de trabajo en toda la extensión de la palabra.


Pero vamos por partes, primero me gustaría dibujar alguna idea o definición de lo que entiendo por cuerpo. Estamos acostumbrados a pensar por solo sentido común en una separación y dualidad entre lo biológico y lo cultural, en una lógica binaria donde razón se opone a emoción, hombre a mujer, y cuerpo a espíritu, de lo anterior también se desprende la separación entre sexo y género.


Sin embargo, algunas autoras como Judith Butler (1999), afirman que no existe una división entre sexo y género. En esta divisón el sexo es lo natural, y el género se refiere a los procesos culturales y de aprendizaje, que se inscriben o se tatúan sobre una tabla rasa del sexo, concretizado en el cuerpo biológico. Para Butler, este dualismo entre lo biológico y lo cultural, no es más que una expresión binaria que funda y legitima ordenamientos jerárquicos, como el de hombre y mujer.


En este contexto, tanto sexo como género, parecen ser cuestiones culturales. De esta manera, como lo menciona la Dra. Elsa Muñiz, (2002) entender el género como una forma de existir el propio cuerpo, brinda una diversidad de posibilidades dentro de la cultura. Así, el cuerpo se convierte en un todo, en un texto, en un mapa de todos los significados simbólicos. El cuerpo en este sentido, también se concibe como un instrumento de poder desde donde se construye tanto la diferencia genérica como su representación.


Ahora volvamos con las teiboleras, nombre con él se conoce a las mujeres quienes laboran en los espacios conocidos como table dance. El primer escenario que brindan los cuerpos de estas mujeres es su transformación, su invención en base a atributos externos y de adorno del cuerpo, que lo hacen atrayente, sensual, la invención de un personaje, que son ellas y que no son ellas a la vez. Desde la manera de llamarse, esta situación se evidencia, un día vestidas de rojo y con liguero, se pueden llamar Estefanía, mientras que otro paseándose por un parque con sus hijos se llaman Patricia, y al día siguiente usando una peluca les gusta ser identificadas como Zafiro.


Cada día son una diferente, pero usando el mismo atributo: el cuerpo. Cada parte de este, necesita de atributos y adornos externos, en el pelo pueden usar desde postizos hasta pelucas, lo que les permite cambiar desde el estilo del peinado, hasta el largo o color del cabello, muchas veces usando brillos artificiales, mismos que utilizan en todo su cuerpo y que las hace destellar en la pista.


El maquillaje puede hacer que los labios se vean más gruesos y sensuales, los ojos y pestañas más grandes, y eso sí que, en la oscuridad característica de estos lugares, se distingan todos y cada uno de sus rasgos. El cuerpo tiene que verse, tiene que dar luminosidad, tiene que sobresalir. Para ello un artículo que nunca debe faltar son los zapatos, llamados por ellas, como zapatillas para bailar, cuya característica principal es su gran plataforma o tacón, que llega a medir entre quince y sesenta centímetros. Y el punto nodal, no es solo usarlos, sino bailar con ellos.


El vestuario tiene que ser sensual, o al menos lo tiene que ser para ellas, los vestidos tienen que ser brillantes, ajustados, muchas veces asemejando ser disfraces que imitan las fantasías de los clientes, o lo que ellas piensan que estas son. De esta forma, se pueden convertir en gatúbelas, porristas, enfermeras sexies, policías, militares y todo lo que la imaginación quepa en ellos. Pero el momento de quitarse el disfraz, la ropa, es un proceso, es un arte, dicen las bailarinas, y el cuerpo desnudo nunca está desnudo completamente, sino que se acompaña de otros adornos y fetiches como lo son las tangas, las perforaciones en distintas partes como los pezones, el ombligo o los labios vaginales, y los tatuajes.


A través de este proceso de uso del cuerpo, las mujeres quienes laboran en estos espacios realizan lo que Judith Butler ha llamado performance de género, en este sentido, ellas mismas a través de sus atributos corporales van construyendo sus atributos de género, los cambian, los re sematizan, los transforman. En el espacio del table crean su personaje o personajes, pero en otros espacios su corporeidad también les permite realizar otros roles, como el de madres, esposas o hijas de familia.


Pero generalmente solo se reconoce el rol de teiboleras, por su carácter estigmatizado y su definición muchas veces cerca de la categoría de prostitutas, con toda la carga social y cultural que lo anterior implica. Lo anterior lo puedo reseñar con Jade, bailarina de San Luis Potosí.


Cuando baila crea a Jade, este nombre por ser su piedra favorita. Se maquilla, usa vestuario adecuado caracterizado por tangas, tops o vestidos que sean fáciles de desabrochar, cortos, escotados de materiales como el plástico muy coloridos; tiene que usar zapatillas para bailar especiales caracterizadas por un tacón y plataforma muy grande. Tiene un arete en el ombligo y tres tatuajes. Baila sensualmente aunque dice que al principio le costó trabajo aprender. Es ahora hábil en no caerse con las zapatillas, quitarse la ropa y moverse en el tubo. De noche según sus palabras "soy Jade, pero de día soy Verónica". Y vaya que las cosas cambian en el día o en su día de descanso. Verónica es madre de cuatro niños cuyas edades van de los 10 a los 3 años, vive actualmente con su pareja, ex mesero de un table.


La visité una tarde de su día libre en su casa en la colonia tercera chica, colonia popular de las afueras de San Luis. Venía llegando en ese momento con su pareja e hijos, su aspecto obviamente era diferente sin todo el vestuario y maquillaje.


Al entrar los niños empezaron a demandar la atención de su mamá, uno quería un biberón, el otro refresco, mientras que los otros dos se peleaban por una pelota. En ese momento poca atención me ponía ya que estaba ahora cumpliendo el rol de mamá. Podemos ver entonces que el género no es un estático, no es una imposición biológica ni social, en cuanto seres sociales somos capaces de jugarlo, crearlo y hacer el performance del que habla Butler.


Aparte de los atributos de adorno y decoración del cuerpo, este se usa en el contexto del table para bailar, y no solo bailar, sino hacerlo sensualmente. La música obviamente en este contexto, juega un importante papel, y más importante lo es debido al hecho de que son las mismas teiboleras quienes la eligen. Generalmente estas mujeres primero bailan una o dos canciones antes de llegar al momento del desnudo, estas piezas de música según sus parámetros deben corresponder a música bailable, y generalmente se trata de música electrónica, techno o pop, ya sea en español o en inglés, pero eso sí que siempre se trate de los éxitos del mes.


Para el momento más intimo del desnudo, como ellas lo refieren, la música tiene que ser más suave, más femenina y que "llegue más" en sus palabras. Los usos del cuerpo critalizados en ambos momentos, también son diferentes. En las primeras piezas, los movimientos aparte de sensuales pueden llegar a ser casi acrobáticos, gimnásticos. Son muy pocas las mujeres quienes tuvieron alguna preparación previa para realizar este uso del cuerpo casi propio de la actividad circense.


En su mayoría el proceso de aprendizaje se ha llevado a cabo a través de la práctica e imitación. Anel bailarina de un table dance de San Luis Potosí, dice al respecto de la primera vez que subió a la pista a bailar lo siguiente: "...tenía tres semanas de aliviada...me sentía gordita, me sentía mal, me sentía cucarachilla con las demás... me caí un chorro de veces bajando, y no me soltaba del tubo en toda la noche..."[1]


En estas mujeres el uso del cuerpo, no solo va ligado a actividades propias de su profesión, en su mayoría son también esposas y madres; en este contexto la maternidad es una situación que muchas veces se combina con el rol de teiboleras. Así durante el periodo en que realicé mi investigación, era frecuente observar a mujeres embarazadas, incluso en etapas avanzadas del mismo, bailando y ejerciendo variadas formas de trabajo sexual.


Algunas mujeres como Jade incluso empezaron en esta actividad estando embarazada y continuó en este trabajo hasta los siete meses de embarazo. La única diferencia que estas mujeres hacen estando en esta situación, es que su desnudo no lo hacen de manera completa. Y aunque todas reseñan las primeras experiencias como penosas y avergonzantes, al pasar del tiempo dicen acostumbrarse, y de cierta manera se vuelven más desinhibidas con respecto a mostrar y usar su cuerpo.


El trabajo es ese: desnudarse y realizar formas de trabajo sexual, quién no tome una actitud más relajada no sobrevivirá mucho en este medio. Pero como ya mencioné, el trabajo no solo consiste en desnudarse y bailar, esta actividad implica que el cuerpo también será usado por otros, tocado y de cierta manera transgredido. Después del desnudo, y por entre 100 y 300 pesos, los clientes de este tipo de lugares compran el derecho de tocar el cuerpo de la mujer e incluso de violentarlo. Las mujeres también usan frecuentemente la palabra "costumbre" para referirse a lo que sucede en los "privados", lugares que se encuentran aparte de la pista y donde los clientes, al adquirir un boleto o ficha, se sientan en una silla en donde serán deleitados por el baile de una mujer desnuda o semi desnuda; en este contexto, se permiten las caricias, toqueteos, pellizcos, y otras manifestaciones mucho más violentas sobre el cuerpo de las bailarinas. Esmeralda, bailarina de San Luis Potosí dice que lo que más le disgusta de su trabajo es hacer privados, al respecto comenta: "No me gusta, no me gusta que me toquen."


En este tipo de situaciones, las mujeres no tienen una actitud pasiva, se defienden y defienden su corporeidad, es por eso que los incidentes que van desde manotazos hasta botellazos y otros mucho más violentos, son el pan de cada día en este tipo de lugares. La misma Esmeralda me cuenta una anécdota a este respecto: "Una vez estaba haciendo un table de mesa con dos hombres, entonces le dije a uno que me agarrara de las manos para no caerme, uno sí me estaba agarrando pero el otro me quería meter la mano por acá, que me enojo y que le digo: No me estés chingando que te voy a meter un chingadazo, casi le doy al chavo pero se hizo para atrás..."[2]


Lo anterior es moneda corriente, sin embargo, las mujeres relatan hechos que parecen ser mucho más violentos, donde inclusdo se llega a hacer uso de instrumentos punzo cortantes, botellas e incluso armas. El punto de este trabajo, es que ellas no tienen la posibilidad de escoger a sus clientes, y muchas veces pasan por emociones que pueden ir desde la excitación ya que el cliente les agrado, hasta sentir asco por el individuo que pago el derecho de tocar su cuerpo.


Culturalmente, todas estas actividades tienen una carga negativa y estigmatizada, lo anterior influye en la manera como las mujeres conciben y representan la actividad que realizan; la culpa, la vergüenza, el coraje son sentimientos frecuentes descritos por ellas. Este tipo de sentimientos hacen que muchas veces consuman demasiado alcohol y otro tipo de sustancias que alteran la conciencia. Anel dice al respecto: "Y es que peda trabajo mejor, porque se me olvida lo que estoy haciendo, pero imagínate en una noche hago como 15 privados, esto significa que quince hombres me tocan por noche."[3]


Aparte de estos sentimientos, otro factor que las incita a tomar alcohol es el económico, ya que por cada copa que el cliente consuma e invite, ellas recibirán una ficha, por cada ficha reciben un porcentaje en dinero. Y así empieza el círculo, toman demasiado, si están muy ebrias, no pueden seguir trabajando, es por eso que también consumen sobre todo cocaína, para "levantarse" (en sus palabras) y aguantar las jornadas nocturnas en el table, y las matutinas en casa al cuidado de la pareja y los hijos.


Sin embargo, este ritmo de vida y este tipo de consumos, tienen consecuencias en su organismo que se ven representadas en su apariencia, corporeidad y sobre todo en su salud. Las infecciones en vías urinarias y vaginales son muy frecuentes, así como otras dolencias de los riñones y el hígado. Incluso existen algunas que no comen para estar delgadas, y mitigan este impulso consumiendo algún tipo de droga.


Y también existen una gran cantidad de mujeres que para mejorar su apariencia física recurren a cirugías sobre todo para aumentar el busto, las caderas o reducir la grasa de la zona abdominal. Sin embargo, las mujeres de las que trata mi estudio, que son teiboleras quienes laboran en lugares con costos de entrada más económicos, con instalaciones sencillas, y en donde prácticamente solo laboran mujeres nacionales; pocas veces pueden solventar los gastos de un tratamiento de este tipo.


Ya que en la mayoría de los casos son el sostén de casa, de los hijos, de la pareja y de otro familiares; además de que gastan una gran cantidad de recursos en comprar cocaína.


Es por eso, que en este tipo de lugares, es frecuente observar estómagos abultados con cicatrices de cesárea, bustos pequeños, celulitis, grasa de más en ciertas zonas como las caderas, etc. Parecen ser mujeres más "reales", por decirlo de alguna manera, y que no tienen nada que ver con las espectaculares teiboleras que muchas veces son presentadas en los medios de comunicación, que cuentan con bustos enormes y firmes, caderas amplias, piernas bien torneadas y sin un gramo de grasa abdominal.


Lo anterior también repercute en el tipo de clientela que acude a los lugares. Mientras que en los tables donde se presentan estas teiboleras de cuerpos esculturales, la clientela se compone de hombres de niveles socio económicos altos o medios; en los tables donde se presentan estas mujeres que yo llamo más reales, la clientela se compone de hombres de nivel socio económico bajo, cuyas profesiones u oficios son generalmente trabajadores de la construcción, obreros, plomeros, mecánicos o bien elementos de la policía.


En este sentido, la clase social, nos está indicando también la accesibilidad de los cuerpos dependiendo del contexto tanto económico como cultural. Para ejemplificar más la situación pondré el siguiente ejemplo: El año pasado llegó a trabajar a un table de los que yo llamo económicos, una muchacha muy cercana al fenotipo de mujer escultural o modelo. Se podría pensar que por esta situación, tendría mucho éxito en su presentación, y sería requerida para muchos servicios y privados. Sin embargo, pasaba las noches enteras sin hacer un solo privado, ni ningún otro servicio. Los clientes parecían temerle, era tal vez un cuerpo lejano para ellos, no accesible, y por otro lado preferían a las otras mujeres cuyos cuerpos eran diferentes a los de la muchacha, aquellos de bustos pequeños, celulitis, piernas delgadas y cicatrices de cesárea.


Tal vez hemos creído y asimilado demasiado los estereotipos brindados por los medios de comunicación, en donde las mujeres, y más las dedicadas a actividades eróticas, cuentan con cuerpos muy estilizados, muy transformados, que les dan la apariencia de aquella muñeca llamada barbie. Pero la realidad opera a otro nivel, y muchas veces lo erótico no tiene nada que ver con el estereotipo, sino que se convierte en una situación cultural, en donde el cuerpo se convierte en un mapa de significados simbólicos variables y multi interpretables.


En este contexto, uno de estos significados simbólicos sería la asimilación del cuerpo como mercancía; como un cuerpo que puede ser tocado y transgredido por una cantidad de dinero, en donde casi se compra el hecho no solo de poseerlo, sino también de violentarlo.


Estos cuerpos también entran en lógicas de mercado mucho más amplias, en donde al estar en la industria del sexo, son llevados de un lugar a otro, muchas veces con su dosis de explotación, son exhibidos y vendidos.


Sin embargo, aunque condicionada, la desición de las mujeres de hacer uso de su cuerpo de esta manera, es una desición personal, y al serlo también entran en esta lógica de mercado, en donde ellas también buscan el mayor beneficio al usar su cuerpo. Así usan estrategias que van desde el arreglo y performance corporal, del que ya hemos hablado anteriormente, hasta la forma de moverse al bailar, de incitar a los clientes a consumir, de hablar, de pedir lumbre para el cigarro, de caminar adentro del lugar, de sentarse, de usar el cuerpo con el propósito de que este se convierta en erótico y atrayente, y de esta manera, ellas obtengan el mayor beneficio posible.


Pero si bien, todos usamos el cuerpo para trabajar, y realizar todo tipo de actividades, cabe preguntarse, el porqué, la actividad de estas mujeres es estigmatizada, y sus cuerpos se convierten en abyectos, en cuerpos que de cierta manera son despreciados. Lo anterior tiene que ver lógicamente con las construcciones tanto de lo femenino, como de lo masculino, así como de las concepciones de sexualidad y los usos del cuerpo que culturalmente son asimiladas.


Las mujeres teiboleras comparten las representaciones de las mujeres malas, de las prostitutas, contrapartes de las buenas mujeres, de las mujeres decentes, de las madresposas. Esta afirmación puede parecer un tanto obsoleta, sin embargo, en sociedades tan conservadoras moralmente como la potosina, lugar en donde realicé mi investigación, lo anterior no deja, aun hoy en día de tener vigencia.


Las prostitutas son definidas por Marcela Lagarde como aquellas mujeres que social y culturalmente se especializan en el erotismo. Pero este erotismo, es entendido a la manera masculina, donde el objetivo principal, es el logro del placer del hombre, del cliente, en este contexto. En pocas palabras son cuerpos para otros, su placer también se restringe en la satisfacción de otros.


Es también algo muy común que las mujeres teiboleras asimilen esta parte, de negación del propio placer en beneficio de otros. Así Angeles bailarina de San Luis Potosí, menciona que lo que más le gusta de su trabajo es ver disfrutar al cliente y hacerle sentir orgasmos. En este sentido, al igual que las prostitutas del espacio callejero y de los burdeles, quienes en muchos de los casos son las iniciadoras de la actividad sexual en los hombres; las teiboleras empiezan a hacerlo, ya que suelen ser el primer acercamiento con un cuerpo femenino para muchos adolescentes.


Es por eso, que muchas veces a las bailarinas no le gusta tener como clientes a estos muchachos, ya que dicen que son los que tienen más curiosidad y quieren descubrir e investigar hasta el último rincón de su anatomía. Pero aun siendo así, siendo un cuerpo al servicio de otros, ¿por qué estos cuerpos siguen siendo abyectos y despreciados? Una de las respuestas es porque culturalmente el cuerpo de la prostituta, de la mujer que lo vende, en palabras también de la doctora Lagarde, representa la desviación frente a la mujer verdadera, a la madresposa.


Así las mujeres pertenecen a otro espacio, a la dimensión del pecado, a lo diabólico, al mal condenado y codiciado. En este contexto de construcción de la sexualidad, en donde debe prevalecer una renuncia al placer y reprimir los deseos eróticos, en donde el sexo se construye como tabú y también debe de renunciarse al cuerpo y sus sensaciones; estas mujeres quienes encarnan la expresión máxima del sexo y la corporeidad son construidas como cuerpos objeto sexuales potenciados y, por lo tanto, despreciados.


Y aunque las teiboleras asumen toda esta serie de representaciones y lo asimilan como parte de su propia identidad, aprenden a utilizar el propio cuerpo como un espacio de poder, a la manera como Foucault lo entiende como un campo político. En este sentido este autor menciona: "...el cuerpo está inmerso en un campo político; las relaciones de poder operan sobre él una presa inmediata, lo cercan, lo marcan, lo doman, lo someten a suplicio...el cuerpo, en buena parte, está imbuido de relaciones de poder y de dominación..." (Foucault, 1980, pag. 32).


En este contexto el cuerpo y la sexualidad de las mujeres al ser sobrevalorados, son los ejes en que se fundan su opresión, pero también es espacio donde se funda su poder. El cuerpo en este sentido se convierte en las mujeres teiboleras en el instrumento de su poder limitado, pero también en el campo de una lucha de poder, de dominación, frente a otros cuerpos que de cierta manera lo discriminan.


Su cuerpo se convierte en su estrategia de vida en toda la extensión de la palabra, así como en el mapa de sus experiencias, de sus historias de vida, de sus aspiraciones, de sus alegrías, de sus necesidades, de sus tristezas, en un texto que se lee interpretando sus símbolos y lo que estos representan.


Es por todo lo anterior que el cuerpo se convierte en uno de los ejes fundamentales para el análisis de ciertos fenómenos sociales como este: el de las teiboleras.


Hago también una invitación a descubrir estos cuerpos, muchas veces marginados de la investigación académica, a ser descubiertos, re valorados, tomados en cuenta, a que se conviertan en nuevos sujetos-cuerpos sociales de la investigación y el conocimiento.



BIBLIOGRAFÍA


  1. BUTLER, Judith, (1999). El Género en Disputa, el feminismo y la subversión de la identidad, Paidós, México.

  2. FOUCAULT, Michel, (1980). Vigilar y Castigar. Nacimiento de la Prisión, Siglo XXI, México.

  3. LAGARDE, Marcela, (2003). Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas, UNAM, México.

  4. MUÑIZ, Elsa, (2002). Cuerpo, representación y poder. México en los albores de la reconstrucción nacional, 1920-1934, UAM-A, México.



[1] Entrevista realizada a Anel bailarina de table dance. 16 de noviembre del 2003.


[2] Entrevista a Esmeralda, bailarina potosina de San Luis. Noviembre 2003. Entrevista a Esmeralda, bailarina potosina de San Luis. Noviembre 2003.


[3] Entrevista a Anel. Noviembre 2003.


*Texto tomado del Archivo Documental “Cuerpos, sociedades e instituciones a partir de la última década del Siglo XX en Colombia”. Mallarino, C. (2011 – 2016). Tesis doctoral. DIE / UPN-Univalle.


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