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Sexo, violencia, identidad y cuerpo en "El lugar sin límites" de José Donoso



Resumen


El siguiente trabajo se propone estudiar y analizar el problema del binomio cuerpo/ sexo atravesado por la violencia, el poder y la dialéctica del deseo sexual en la novela El lugar sin límites (1966) de José Donoso. A partir del estudio del discurso se intentará demostrar cómo, en la escritura donosiana, el cuerpo deja de ser una marca identitaria para pasar a ser la expresión de una experiencia límite. Entendido de este modo, y centrando la reflexión en los personajes de la Mauela y la Japonesita, el cuerpo se convertirá en el espacio en el que no se cumplan y/o se transgredan las exigencias de satisfacción imaginaria o simbólica provechosa para la sociedad, dejando al descubierto una situación de desequilibrio, derrumbamiento e hipocresía sociales.


Palabras clave: Sexo – Violencia – Identidad – Cuerpo – José Donoso


Si soy alguien que no puede ser sin hacer entonces las condiciones

de mi hacer son, en parte, las condiciones de mi existencia

Butler, Judith. Deshacer el género.

El lugar sin límites de José Donoso, novela publicada por primera vez en el año 1966, es un texto que nos introduce en el mundo de un pueblo semi – rural construido alrededor de la olvidada y desolada Estación El Olivo. Un pueblo sin luz eléctrica, sin pavimento, sin posibilidad de desarrollo. Lugar estancado y marginado en el que el tren ha dejado de pasar y las personas y los objetos parecen llegar por casualidad, por descarte, por inercia. Pueblo en decadencia, en ruina en el que todo cae en la somnolencia, en el olvido, en la parálisis. Sin embargo, algo parece mantenerse alejado de la corrosión: la sexualidad, erigida y sustentada sobre premisas presentadas como naturales e incuestionables. El pueblo donosiano gritará que sólo existen dos sexos, que a un cuerpo macho deberá corresponderle una identidad masculina y que a un cuerpo hembra, una femenina. Sin embargo, este sistema dicotómico encontrará sus fisuras en el personaje principal que nos presenta Donoso: la Manuela, figura compleja y de difícil categorización dentro de los parámetros de este pueblo machista, patriarcal y religioso en el que todo se rige por fuertes estructuras binarias. Ahora bien, desde un primer acercamiento al texto, nos damos cuenta que en la Estación El Olivo se identifican claramente dos grupos opuestos: hombres/mujeres y que las relaciones sociales, sexuales y políticas del lugar se sustentan sobre la idea de que todo puede y debe ser categorizado bajo este par dicotómico.


La norma heterosexual opera, así, “dentro de las prácticas sociales como el estándar implícito de la normalización” (Butler, 2006:69). Aquello que no se adecue a la norma, aquello que no coincida con los parámetros de las estructuras fijadas, será invisibilizado o bien, reconocido como algo fuera de lugar, un otro extraño, a- normal. Tal como se describe a la Japonesita en el siguiente fragmento: “era pura ambigüedad. (…) con sus dieciocho años bien cumplidos ni la regla le llegaba todavía. Era un fenómeno” (Donoso 1981: 25). Como bien lo deja ver el pasaje anterior, para los habitantes de la Estación el Olivo, la Japonesita es algo extraordinario, algo monstruoso en la medida que no responde a las normas sexuales, fisiológicas ni naturales establecidas. Su cuerpo no cumple con “las reglas”. Su aparato genital revela una anatomía femenina pero nunca ha menstruado. Su sexo femenino se presenta, de este modo, limitado, coartado: no hay posibilidad de procreación. Su anti - naturalidad, su aspecto físico y la escasez de formas voluptuosas cuestionan las dicotomías binarias. Ni hombre ni mujer: un fenómeno. Un fenómeno engendrado a partir de la relación sexual entre la Japonesa Grande y La Manuela, el travesti del pueblo. Por consiguiente, la figura de la Japonesita, en tanto anomalía, cuestiona la naturaleza dada, la normatividad heterosexual, la legalidad de reproducción y procreación, la institución familiar, el deseo y las normas sexuales. Su lugar será: junto a la Manuela, en el prostíbulo. Ese espacio reservado, dentro del pueblo, para “las sexualidades ilegítimas” (Foucault 2006:9), para lo oculto, lo silenciado, lo innombrable, lo reprimido, para aquellos cuerpos que funcionan – siguiendo a Foucault- como “textos donde se pueden leer las relaciones de poder” (Vartabedian 2007: 2)


Ahora bien, como dijimos anteriormente, la Japonesitano es el único personaje que no encaja dentro de las estructuras binarias del pueblo donosiano puesto que lo mismo ocurre con la Manuela. Desde las primeras líneas, ella se nos presenta como una mujer esperpéntica y desalineada:


La Manuela despegó con dificultad sus ojos lagañosos (…) Las lagañas latigudas volvieron a sellar sus párpados en cuanto puso el reloj sobre el cajón junto a la cama. (…) Frotó la lengua contra su encía despoblada: como aserrín caliente y la respiración de huevo podrido (Donoso, 1981: 9)


Sin embargo, y si bien el narrador no da pistas desde un comienzo que sirvan para sostener lo contrario, al avanzar la lectura descubrimos que su nombre es, en rigor, un nombre falso y que, su verdadero nombre es Manuel González Astica, hombre y padre de la Japonesita. A partir de aquí, su vestimenta y su accionar van delineando, a lo largo de todo el texto donosiano, una figura que se ubicaría en un entre, “un lugar que no existe, el lugar de un no – lugar, espacio de intervalo que se opone a toda clasificación regida por oposiciones binarias” (Jara 2003: 188).Pues, partiendo de la idea de que el sexo “es una determinación hecha sobre la base de criterios biológicos socialmente convenidos para clasificar a las personas como hombre o mujer” (West y Zimmerman 1999: 12) podemos sostener que la Manuela es, sexualmente, un hombre.



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