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Cuerpo(s), Subjetividad(es) y Conflicto(s) Hacia una sociología de los cuerpos y las emociones desd



La presente publicación reúne trabajos expuestos en las “Jornadas de Estudios Interdisciplinarios sobre Cuerpo(s), Subjetividad(es) y Conflicto(s). Hacia una so-ciología de los cuerpos y las emociones desde Latinoamérica”, organizadas por el Programa de Estudios sobre Acción Colectiva y Conflicto Social, CEA, Unidad Ejecu-tora del CONICET, realizada los días 1 y 2 de noviembre del 2007. En esa oportunidad se convocó a investigadores que -desde otros espacios y experiencias de investiga-ción- reflexionaban sobre este campo temático, que ya en su misma nominación evidencia el carácter plural y heterogéneo que lo constituye.


Cuerpo(s), Subjetividad(es) y Conflicto(s) son los tópicos que vinculan las re-flexiones de María Eugenia Boito, Flavio Borghi, María Belén Espoz Dalmasso, Carlos Figari, Ileana Ibáñez, Pedro Lisdero, Graciela Magallanes, Alicia Vaggione y Gabriela Vergara, dispuestas desde un lugar disciplinario y geográfico particular: una sociología de los cuerpos y las emociones desde Latinoamérica.


A partir de lo reflexionado en las múltiples instancias antes referidas, algunos de los trabajos aquí reunidos comparten una visión que caracteriza a las formaciones sociales latinoamericanas actuales, como expresiones en tensión de un momento de redefinición de la dominación imperial del capitalismo en condiciones neo-colonia-les. En términos de Adrián Scribano:


La actividad depredadora del capital se constituye en torno a la absorción sistemática de las energías “naturales” socialmente construidas en ejes de la reproducción de la vida biológica: agua, aire, tierra y formas de energía. La dialéctica entre expropiación corporal y depredación se configura a través (y por) la coagulación y licuación de la acción. La tensión de los vectores bio-políticos se produce y reproduce en prácticas cotidianas y naturalizadas del “olvido” de la autonomía individual y/o “evanescencia” de la disponibilidad de la acción, en mímesis con las condiciones de expropiación.1


Los trabajos


La geopolítica de la vulnerabilidad se distribuye y opera a escala planetaria, entre países o continentes. Flavio Borghi en “Cuerpo y subjetividad en las socieda-des de la incertidumbre” inicia su reflexión con una referencia al universo mediático televisivo, que vincula estrechamente a “la sociedad de la incertidumbre” (Kokoreff), “sociedad del riesgo” (Beck) con una sensación de vulnerabilidad que refiere al miedo como pasión. Si en términos spinozianos el miedo era concebido como una pasión tibia que obstaculizaba la acción libre, los miedos en la contemporaneidad se han vuelto flotantes, inespecíficos, permanentes y difusos, como una especie de humus socio-emotivo que regula las percepciones cotidianas.


Borghi indaga entonces sobre diversos mecanismos ideológicos que actúan en ciudades de miedos (y de medios). Explora registros periodísticos sobre “acontecimientos noticiosos” (como la masacre en la Universidad Politécnica de Virginia en Estados Unidos el 16 de abril de 2007, donde el horror adquiere el “rostro” del asesino no occidental), pero también en la programación televisiva diaria -apa-rentemente banal- donde se presentan ciertos cuerpos en tensión con su imagen y con la reacción de otros cuerpos (indaga sobre el programa Cuestión de Peso); miedo persistente, reeditado de emisión en emisión, por no llegar a “tener” el cuerpo queri-do (en tanto “estándar corporal” más aceptado socialmente). Miedo que se rostrifica y externaliza en un caso; miedo interno con relación a un cuerpo que se padece, que habla a través del enigma (rutinario) del pesaje, exponen dos situaciones diferencia-les del sentirse vulnerable en el escenario social actual.


Pero así como hay “cuerpos que importan” (siguiendo con Butler) en lo respecta al reconocimiento y cuidado de su vulnerabilidad, hay múltiples y heterogéneos cuer-pos que aparecen des-rostrificados (Butler), en tanto cuerpos superfluos (Scribano) y vidas desperdiciadas (Bauman). Lo que queda retratado en el artículo de Borghi es la plataforma común de una geometría corporal que opera en dos direcciones: en primer lugar -más allá de la cuestión relativa a los países centrales y países pobres- lo que se observa es un cuerpo imagen al que todos desean aspirar y se ven obligados a seguir, una estética corporal que se impone como una suerte de cuerpo-mercancía, cuerpo objeto de la publicidad, modelo de un tiempo histórico. En esta primera dimensión, el miedo y los medios (como administradores del miedo y la vergüenza estética) realizan un operación de visibilidad e invisibilidad, hay cuerpos que “importan” y aparecen ros-trificados y representados, y por otro lado hay cuerpos que no existen, sin rostros.


En este último punto, aparece la otra dirección de una geometría corporal que actúa a través de la ausencia de imagen: un alto porcentaje de la población de los países latinoamericanos quedan excluidos no solo de las imágenes de la televisión, sino que se instauran como cuerpos olvidados, tampoco atendidos por las estrategias políticas de los gobiernos: cuerpos sin salud, sin educación y con escasa alimentación. Aquí se presenta fuertemente la dimensión clasista que ordena una geometría corporal y permite hilar el trabajo de Borghi con los de otros autores del libro.


Ocupar la posición dominada en el marco de relaciones de desigualdad de clase, aparece como expresión recurrente en las formas de desconocimiento de la vulnerabilidad de ciertos grupos sociales en el escenario nacional, como se evidencia en los trabajos de Gabriela Vergara, María Eugenia Boito, María Belén Espoz Dalmasso e Ileana Ibáñez: carreros y cirujas en Córdoba; jóvenes de las clases subalternas del conurbano bonaerense que aparecen en estigmatizantes registros televisivos, niños y jóvenes habitantes de las nuevas ciudades-barrio creadas por la administración provincial de De la Sota.


Gabriela Vergara en “Conflicto y emociones. Un retrato de la vergüenza en Simmel, Elías y Giddens como excusa para interpretar prácticas en contextos de expulsión” más que una “excusa” para interpretar prácticas, presenta un interesante excursus sobre las lecturas, sobre el sentir vergüenza en los pensadores referidos. Retoma decires de sujetos que trabajan cotidianamente con los deshechos y la basura de la ciudad, e identifica tensiones y conflictos que traman este quehacer a nivel emotivo. Vergüenzas en plural, alguna de ellas entrelazada con “el orgullo de las conquistas y del trabajo -en medio de una tensión entre el deseo y lo posible, entre el ‘quisiera algo mejor’ y el ‘no queda otra’-”; otra, desplegándose por encima de este tipo de estrategia de sobrevivencia que no logra disiparla, más aún cuando los rostros de los sujetos que trabajan reciben como réplica social una mirada estigmatizante que deshilvana la mínima esperanza -otra pasión tibia- de detener la compulsiva recreación de “la misma tragedia”.


El trabajo de Vergara es una excelente reconstrucción de una trama conceptual que ella misma se encarga de explorar y articular, cuya narración logra poner en relación a dos importantes sociólogos ya clásicos del siglo XX, como Simmel y Elías, complementados con la lectura de Giddens que usualmente no estamos acostumbrados a encontrar en las recepciones estándares. El artículo contiene dos notables aportes: el primero, es una lectura original de los teóricos sociales referidos arriba; el segundo, consiste en problematizar un tema urbano desde categorías que se inscriben en una sociología de las emociones, haciendo presente la complejidad de la estructura del sentir que se activa en experiencias referidas a las estrategias de reproducción cotidiana. La relación que establece entre los sociólogos contemporáneos y autores latinoamericanos le permite articular un espacio teórico que viabiliza la lectura sobre un tópico extendido en nuestro país: la pobreza, singularmente interrogada desde los sentires que la atraviesan. En la “vergüenza”, Vergara encuentra un modo de expresión de mecanismos auto-sancionatorios de los sujetos, en una trama tensional sostenida por el intercambio de miradas, que manifiestan los contornos de una geometría corporal trazada en la división de clases: La vergüenza emerge ante la percepción de la mirada del otro, mirada de desagrado que tensionalmente adviene en incomodidad. Cuando los rostros de la exclusión traspasan las murallas de una territorialidad socialmente fragmentada, el horror de lo indecoroso se vuelve norma de la cotidianeidad. Aquí queda muy clara la relación cuerpo, conflicto y clases: un espacio social delimitado por la pertenencia de las clases que habitan un territorio. Cuando se tras-pasan los límites impuestos en la territorialidad, la vergüenza actúa como modo de interpelación clasista; es decir, la violencia simbólica que implica la mirada del otro busca evitar la visibilidad del excluido, un mecanismo que intenta conservar los itinerarios de los cuerpos por el espacio territorial ordenado en términos clasistas.


María Eugenia Boito en “Imágenes crudas y mirada cruel sobre el ‘otro de clase’ en Policías en Acción. Construcciones ideológicas sobre la alteridad de clase en la escena mediática contemporánea” presenta un análisis de lo que la autora llama “crueldad de clase”, tomando como corpus de análisis las emisiones del programa televisivo PA (Policías en Acción). El desarrollo de Boito consiste en desmontar los procesos de construcción de una realidad que por momentos se muestra como “inocente” ficción: en tanto “adrenalínica” acción o materia de lo risible. La autora se encarga de exponer formas de crueldad clasista que habitan en ese juego entre fic-ción/realidad, y que ideológicamente van delimitando espacios sociales, ubicando sujetos y construyendo formas de presentación y reconocimiento (como desconoci-miento) de la otredad de clase:


El “mundo real” que aparece en el programa es ficcionalizado, tanto en el momento de registro como posteriormente en el trabajo de postproducción. P.A. potencia las posibilidades que porta la “hibridez” del género en el que se inscribe: parte del registro de materiales “reales” desde una posición documental (construida como tal); graba en imágenes y audio fragmentos de la tarea cotidiana del personal policial -fundamentalmente en el conurbano bonaerense- materiales que posteriormente son objeto de titulación, subtitulados, musicalización, efectos sonoros y montaje narrativo (evidenciando una actitud ficcionalizante).


La realidad en PA se construye a partir de la crueldad y el dolor del otro de clase; aquello que produce horror se presenta como un espectáculo televisivo donde el protagonismo central o bien lo tiene “la acción”, o bien la intencionalidad de hacer reír al espectador. Así, jóvenes encarcelados, sujetos que narran historias dolorosas y humillantes frente a una cámara, se transforman en insumos para el entretenimiento cotidiano. Se trata de formas de ejercicio de violencia social sobre las clases subalternas -por la manera de construcción ideológica de las que son objeto-, que indica un modo de presentar como deben ser vistos y tratados los otros de clase. En los dos párrafos siguientes la autora describe algunas características de los mecanismos y las operatorias que producen la construcción del “otro de clase”, mediante decisiones y acciones de trabajo ideológico en los registros de la voz y la mirada:


En el campo de la voz, P.A. ejerce un tipo de violencia que se expresa como azotes en la forma, el contexto y la cantidad de las preguntas; un ritual confesional (más precisamente, un acto inquisidor) que no porta ningún contradon por el don de responder; aquí no hay perdón (religioso) ni una ilustrada promesa de cura (psicoanalítica). Es más, esta situación amerita una lectura inversa: la espectacularización profana del dolor o de situaciones humillantes produce una especie de plusvalor simbólico, ya que el otorgar jirones de intimidad se instaura como gesto gratuito (otra forma de despojo). (Y en el campo de la imagen) ... el recurso técnico de ocultación de identidad por oscurecimiento de la imagen sobreenfatiza -o expone por-nográficamente- el status desrostrificado de estos sujetos.


El tipo de formato televisivo presenta las estrategias de control social que pene-tran en las formas que asumen las relaciones sociales, en las formas de alteridad que traza el capitalismo tardío en nuestro tiempo, en la geografía de un continente donde la pobreza y la criminalización de la misma aparecen ideológicamente tramadas. El párrafo que sigue de la autora traduce una lectura de la realidad construida en y por lo mediático, que indudablemente tiene un efecto performativo en la realidad y en los prejuicios de clase que se ven reforzados por la lectura y la edición televisiva, la cual regocija los deseos crueles de una audiencia narcotizada con este tipo de productos:


Formas cruentas producidas por decisiones estético-políticas en los registros de la imagen y de la voz; inéditas manifestaciones de lo cruel en términos de Derrida que reclaman la escritura de una nueva introducción de Vigilar y Castigar sobre estos tiempos, capaz de generar un tipo de conmoción comparable a las primeras páginas del texto de Foucault, orientada a poder mirar de frente a lo cruel y no quedar convertido en piedra en el intento.


La lectura del texto de Boito nos aporta una advertencia central en estos tiempos: parece que la televisión (y con ello la sociedad) ha naturalizado el horror y la crueldad, frases del sentido común tales como la “cruda realidad” cobran a partir de leer este artículo un sentido diferente. El espectáculo montado en la escena televisiva es una representación del trato cruento hacia el otro de clase que se extiende y reproduce en la sociedad de nuestro tiempo, posibilitado entre otras cosas por la falta de un análisis ideológico. En “Trama(s) hecha(s) cuerpo(s): una estrategia de lectura de las vivencias de niños/as y jóvenes que habitan ‘Ciudad de Mis Sueños’”, María Belén Espoz Dalmasso e Ileana Desirée Ibáñez precisan de una manera muy sugerente tres ejes centrales en la configuración de la subjetividad de los niños: espacio social, políticas estatales y deseos (controlados/limitados). Los cuerpos están situados en una geometría donde el componente clasista es gravitante; el espacio social de las ciudades-barrios en Córdoba da cuenta del ordenamiento espacial donde se segregan a las clases pobres en territorios alejados de la actividad urbana (ocultando a la “ciudadanía” la realidad de la desigualdad que se materializa en cuerpos enfermos, sin salud, con hambre, etc.). Las políticas estatales destinadas a estos grupos tienen como objeto focalizar y atender necesidades inmediatas para contener posibles dislocaciones del sistema, en ningún caso el objetivo pasa por la solución estructural de los problemas de pobreza: justamente las políticas focalizadas son las que permiten la reproducción de las desigualdades. En este espacio social, las políticas implementadas muestran su incidencia en términos de regulación del deseo; de lo que se trata es de mantener a raya a los cuerpos olvidados: la limitación y control de lo deseable permite garantizar (naturalizar) la reproducción de un orden desigual. Los niños de barrios pobres en este caso, al igual que millones de habitantes de los países latinoamericanos, no están en condiciones de elegir en función de sus deseos y placeres; hacen lo que pueden, lo que les está moldeado de antemano, ya sea por programas de asistencia estatal, o por lo que le permite su situación/condición de clase.


Por otra parte, Espoz e Ibáñez reflexionan sobre un dilema que concita las más variadas reflexiones: investigador y sujeto investigado, que además está relacionado con la posibilidad de ver o no al sujeto, al otro, y de tomar su palabra, “representar” sus visiones en un informe. El estudio presenta ciertas cauciones teórico-metodológicas para interrogar las dinámicas de subjetivación y las modalidades de subjetividad de niños y jóvenes en el particular escenario de las ciudades-barrio. La noción de vivencia bajtiniana adquiere centralidad para organizar el momento de lectura del escenario y construcción del registro; así como la problematización posterior en el momento de la escritura. En términos de las autoras “‘el cómo escribir las prácticas’ no es el punto de reflexión menos importante en este tipo de investigaciones.” Esto último nos lleva a pensar en el dilema típico de estas investigaciones: ¿Por qué la obstinación de los investigadores sociales en estudiar a las clases subalternas? ¿Cuáles son los problemas metodológicos y dilemas éticos que se nos presentan cuando investigamos espacios que son ajenos a nuestras propias trayectorias?


Graciela Magallanes en “Los surcos de las experiencias placenteras en la vida escolarizada y no escolarizada” y Pedro Lisdero en “Cuerpos Recuperados y Cuerpos en Custodia. Una lectura sintomal de la acción colectiva de la Coop. Junín de Salud Ltda.” retoman desde otro clivaje la desigualdad social y las formas de regulación de lo deseable y lo soportable socialmente. Exponiendo algunos desarrollos de su tesis de doctorado, Magallanes explora las experiencias placenteras en tipos de vida distintas (y desiguales), poniendo en evidencia configuraciones específicas y particulares (a la vez que socialmente producidas) a partir del registro de las voces de los entrevistados. Las experiencias de placeres se manifiestan en la activación de fuerzas que refieren al resentimiento, al consentimiento de determinadas condiciones socialmente significativas -legitimadas por el poder escolarizado- y a heterogéneos placeres activados en la resistencia: “El consentimiento de determinados placeres sea en presencia de resentimiento o resistencia contribuye a legitimar muchas veces mediante ‘disimulo’ -o no tanto- creencias que derivan de una estructura material del conjun-to de la sociedad”; así, el registro de lo dicho en situación de entrevista testimonia diversas y heterodoxas “maneras de hacer placentero”, que van haciendo surcos (es decir tramando) subjetividades contemporáneas, en un particular momento de transformación del estar/dentro y fuera/ de las instancias escolares formales.


El texto de Magallanes formula un aporte metodológico interesante en el sentido de proponer ciertas formas de entrevistas que permiten una exploración profunda en la biografía de los sujetos. La textualidad lograda por los testimonios de los sujetos da cuenta de recorridos donde se muestra la tensión entre placer y dolor y entre resistencia y consentimiento. Se trata de dichos producidos en un contexto de una confianza lograda a partir de una construcción consciente de la situación de entrevista (sensu Bourdieu), que permite la emergencia de decires narrados de manera fuertemente emotiva, fragmentos de recuerdo y memoria que en su despliegue y en el registro detallado, cuidadoso de la palabra co-producida, dan cuenta de estados y dinámicas del sentir placer/displacer, que pulsionan la acción cotidiana. En un trabajo de destacable cuidado en el tratamiento de los testimonios, la autora se atreve mediante la comprensión a identificar emociones y sensaciones articuladas con espacios institucionales y biográficos, que dan cuenta de la estructuración de las relaciones sociales del capitalismo hechas cuerpo. De este modo, en la vida escolarizada se producen ciertas tensiones propias de los espacios de socialización, donde el placer se racionaliza y se desdibuja en tramas conflictuales que ponen en una constante disyuntiva a los sujetos del “saber impartido” por el dispositivo escolar. Aquí aparece el dolor experienciado que se manifiesta en formas de aceptación y resistencia, de asimilación y autonomía. De otra manera, la vida transitada por fuera de los espacios de socialización escolar, muestra instancias donde desde el margen el placer se mezcla con la supervivencia. La búsqueda de subjetividad se construye en espacios de cons-tricción que expresan la lógica de expulsión; pero también en intersticios donde se trazan lugares propios y creativos en la búsqueda de lo placentero.


Pedro Lisdero en “Cuerpos Recuperados y Cuerpos en Custodia. Una lectura sintomal de la acción colectiva de la Coop. Junín de Salud Ltda.” -desde el campo de estudios de la acción colectiva- analiza la experiencia de “empresa recuperada” de la actual cooperativa de salud. La experiencia es sumamente interesante porque trata sobre una práctica colectiva que se opone activamente a la vulneración de derechos de clases trabajadoras; pero que a la vez y sintomalmente expone series de tensiones con relación a los cuerpos en disputa, las identidades en transformación, el trabajo en proceso de cambios. La recuperación de la clínica muestra puntos de conexión entre una política de lo corporal (entendida como la forma aceptada de administrar las energías corporales en una sociedad), una política de la identidad (como la posibilidad de reconocimiento anclada en la materialidad de los cuerpos-que-trabajan) y las transformaciones en los procesos de trabajo (cambios como las formas de gestión, la relación con la legalidad vigente, composición de los trabaja-dores, relación con la estructura productiva de servicios, entre otros).


El trabajo anuda de manera muy acertada la experiencia de los trabajadores en su acción colectiva, mostrando dos cuestiones centrales: cómo la acción colectiva transforma la vida cotidiana de los sujetos (Melucci), es decir sus propios cuerpos y la geometría en que los mismos se insertan a partir del accionar, y por otro lado, cómo la acción de estos agentes es recursiva sobre la estructura social y política (Giddens); no es menor que la toma de la clínica implique movimientos en torno a lo legal y político, ligados a nuevas formas de organización no previstas en los entramados institucionales establecidos. El artículo ofrece una mirada novedosa en cuanto a retomar los procesos de desindicalización de nuestro país -para no usar la categoría europea desafiliación-en un contexto de fuertes metamorfosis de lo social y de la condición laboral, todo esto presentando una experiencia de resistencia, pero también de construcción de nuevos actores en un contexto desfavorable. Lisdero advierte sobre el peligro que implica tomar al pie de la letra la autoidentificación de la identidad recuperada que expresan los trabajadores, asumiendo que no es correcto borrar la dimensión clasista cuando de acción colectiva se trata: La Identidad Recuperada -o la identidad que surge como complejo simbólico de la recuperación- contribuye en principio a difuminar las diferencias sociales que efectivamente existen entre las diversas subjetividades que se encuentran comprendidas en ella. El recorrido lleva a observar la nueva gramática y la resistencia que opera en el proceso de recuperación de la ex Clínica Junín; de esta manera vemos cómo en lo corporal se puede leer las instancias de dominación del sistema capitalista mundial:


El análisis de la recuperación posibilita desarmar lo que naturalmente se re-produce como “cuerpo en custodia”. La creciente situación de estar-en-disposición, vinculada a poseer un “cuerpo en custodia” que asiste a una diversidad de sujetos, manifiesta una de las características de los procesos de estructuración de las sociedades capitalistas neo-colonial. Este pare-ce ser el resultado de la política corporal hegemónica para administrar las energías corporales, que a su vez lleva al paroxismo el principio a través del cual los sujetos son puestos en la “posición naturalizada de factor de la producción”. Al dejar de manifiesto la relación de los “Cuerpos Recuperados” como lo inverso de los “Cuerpos en Disposición de ser custodiados”, la experiencia de la cooperativa Junín de Salud se constituye en un síntoma de los procesos de estructuración actual.


Finalmente las reflexiones de Alicia Vaggione en “Enfermedad, cuerpo, discursos: tres relatos sobre la experiencia” y Carlos Figari en “Las emociones de lo abyecto: repugnancia e indignación” remiten a otros cuerpos en contextos de vulne-rabilidad: el cuerpo enfermo en el primer caso; el cuerpo que aparece como indigno y repugnante en el segundo, muchas veces referidos a sujetos con elecciones no heterosexuales.


En “Enfermedad, cuerpo, discursos...”, desde una lectura socio-semiótica, Vaggione analiza tres experiencias del cuerpo enfermo /sida y cáncer/, inscritas discursivamente en materialidades y géneros distintos: la literatura, la fotografía, la prensa gráfica. También hay otra particularidad: Sylvia Molloy desde la autobiografía en la literatura, Gabriela Liffschitz desde la fotografía y otros medios visuales y Marta Dillon en las columnas del Suplemento No del diario Página 12, son mujeres. En los tres relatos “el cuerpo aparece como sede y como espacio privilegiado que, a partir de la irrupción de la enfermedad, obliga a pensar la existencia de otro modo”; mujeres cuyos modos de experienciación del cuerpo a partir de la enfermedad se traducen en múltiples formas subjetivas estético-políticas del decir y del hacer. Como afirma Vaggione:


Los tres relatos considerados, más allá de las singularidades irreductibles de forma, de estilo y hasta de soporte, se centran en el relato de la experiencia de la enfermedad y poseen una urdimbre común, que consiste en interpelarnos, en hacernos “sentir el peso” que poseen las representaciones imaginarias que circulan en nuestra sociedad en relación a las enfermeda-des trabajadas.


Cuerpos femeninos traumatizados por la enfermedad, pero que a partir de transitar esta experiencia van redefiniendo la primera vivencia de vulnerabilidad. Mujeres que como hacedoras de palabras e imágenes comienzan a disponerse como contestatarias en el sentido bajtiniano trabajado por Vaggione: problematizando y respondiendo estéticas y éticas que circulan en la discursividad social contemporánea, que enmarcan y pretenden imponer cómo se vive (dice/calla; muestra/oculta) la enfermedad.Carlos Figari en “Las emociones de lo abyecto: repugnancia e indignación” revisa teóricamente cómo actúan las emociones en la configuración de lo abyecto respecto a la corporalidad; así, repugnancia e indignación aparecen como “motivantes de exclusión o violencia material y/o simbólica sobre y en los cuerpos”. Es interesante leer este trabajo junto con las reflexiones de Vergara sobre la vergüenza; repugnancia/vergüenza son emociones que se traman en interacciones sociales que implican la subalternización de uno de los extremos de este lazo. El otro subalternizado por alguna diferencia de clase, sexual, racial, etc., va a escapar al reconocimiento imaginario, ubicándose en la frontera entre lo humano/no humano. Lo que produce repulsión, en algunos casos es separado para evitar la “contaminación” de los demás; en otros, dispara la persecución, penalización y hasta el exterminio de grupos sociales construidos ideológicamente por fuera de lo humano. Crueldades que no se perciben como tales, a partir de la activación ideológica del sentir naturalizado de la repulsión. El límite de la naturaleza y lo social se construye en representaciones simbólicas de lo socialmente aceptado y lo despreciado. Figari muestra que en el caso del reconocimiento de género, se construyen todo tipo de artilugios desde los entramados institucionales para no aceptar la diferencia, de esta manera un problema político y social se diluye en la esfera cultural. Lo que deja como reflexión ineludible el traba-jo del autor es el falso reconocimiento que tiene lugar en nuestras sociedades acerca del respeto por las diferentes elecciones sexuales.


En tal sentido, puede resultar interesante vincular el abordaje de Figari con el desarrollo de Axel Honneth en su libro La lucha por el reconocimiento, donde presenta una propuesta de lectura para pensar desde una perspectiva ética los problemas de las sociedades occidentales. Así, nos invita a reflexionar sobre los problemas de falso reconocimiento que se presentan en las sociedades contemporáneas bajo diversas figuras de la “tolerancia”. La lucha por el reconocimiento del sujeto o el colectivo parte desde la humillación, aquellas formas negativas que presenta Honneth para el reconocimiento: maltrato/violación, desposesión de derechos/exclusión e indignidad/injuria. La lesión moral, que Honneth expone como un saber precientífico se conecta con aquello que Figari en su artículo nos muestra como las formas de abyección que se presentan en los procesos de reconocimiento de un otro diferente, una forma de reconocimiento consumada desde el desprecio y la distancia para no ser contaminada por aquello que horroriza. Las formas de reconocimiento basadas en los términos binarios de la sociedad occidental -tal como lo muestra Figari- tienen como reverso el desprecio y la humillación del otro.Los límites de las teorías clásicas son puestos en cuestión en el trabajo de Figari, al analizar aquellos casos que desbordan el contenido de las teorías clásicas. Si de reconocimiento se trata, los conflictos étnicos, de inmigración y de género, asumen una importancia enorme en comparación con otros conflictos en la actualidad.


Una lectura aguda como la que nos propone Figari permite hacer emerger mecanismos ideológicos que ocluyen la visibilidad obscurecida por el actuar política y culturalmente correcto que está presente de manera sintomática en la hipocresía de la sociedad en que vivimos.


Los trabajos que se presentan a continuación pretenden contribuir al debate interdisciplinario desde múltiples estrategias para indagar los vínculos entre cuerpo(s) subjetividad(es) y conflicto(s): presentando las voces de algunos sujetos actuantes, analizando las acciones que producen resistiendo (o no) el secuestro de sus experiencias. Reflexiones desde Latinoamérica: territorio re-diseñado neo-colonial-mente, donde compulsivamente se mantiene la depredación de la vida, pero a la vez, donde es posible testimoniar persistencias/emergencias de sensibilidades contra-expropiatorias en las batallas cotidianas que los sujetos enfrentan.



Continúa...


Nota: No se incluye el libro completo por su extensión, el lector puede solicitarlo desde la página principal (HOME - parte inferior), a través del enlace: CONTACTO.



NOTAS


1 Scribano, Adrián, “Ciudad de mis sueños: hacia una hipótesis sobre el lugar de los sueños. en las políticas de las emociones” en De insomnios y vigilias en el espacio urbano cordobés: lecturas sobre “Ciudad de mis Sueños”, Ana Levstein y Eugenia Boito (compils.), en prensa.

2 Butler, Judith (2006), Vida precaria. El poder del duelo y la violencia, Paidós, Buenos Aires